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El secreto de Lilith

La invasión de los vampiros

A finales del siglo XVII, durante todo el siglo XVIII y principios del XIX, la creencia en la existencia de los no-muertos alcanzó una virulencia apoteósica. La leyenda vampírica adquiere gran intensidad en Centroeuropa y, desde allí, trasciende y se extiende a todo el Viejo Continente; aunque se manifiesta con gran espectacularidad en los países balcánicos. El famoso ensayo del abate Calmet [Vid. artículo anterior] y las medidas tomadas en Austria, Serbia, Hungría y, sobre todo, Rumanía, motivaron el crecimiento de la marea vampírica por toda Europa.
Se aconsejan muchos métodos para descubrir la tumba de un vampiro, aunque el más clásico es hacer cabalgar a un muchacho sobre un caballo blanco atravesando un cementerio. El joven deberá ser virgen y estar completamente desnudo; cuando el caballo se detenga ante una tumba o mausoleo, se habrá descubierto la guarida del maléfico ser. Posteriormente, se procederá a su destrucción por los medios aconsejados en los manuales de la época. En Hungría, Moravia, Polonia, Silesia, Rusia, Serbia, Montenegro, Bosnia, Rumanía, Bulgaria y, en menor medida, en el resto de Europa, la creencia en estos seres de la noche aterroriza y llena de diabólicas pesadillas las mentes de las gentes. El tema llegó a preocupar seriamente a las autoridades y, entre ellos, el rey Leopoldo I envió a Moravia, con la misión de investigar los casos vampíricos, a numerosos médicos y científicos. Al frente de toda esta comitiva de doctos señores de la medicina marchaba el señor de Vasimont, consejero de cámara de los condes de Bar; el doctor Rudolf Swartmann, especialista en efermedades oscuras; y el profesor Arnaldo Hartwing, cuyos trabajos sobre catalepsia y enterramientos prematuros eran de obligada consulta en las universidades europeas.
Para éste último, la mayoría de los supuestos vampiros eran personas enterradas vivas que, al despertarse bajo tierra se revolvían en una desesperada agonía y se producían heridas manchándose con su propia sangre. Al ser inhumados pr cualquier denuncia o sospecha y descubrir los cuerpos cubiertos de sangre aún fresca, se procedía al consabido ritual de acabar con el supuesto no-muerto. Hartwing tuvo muchos problemas con otros vampirólogos por causa de su escepticismo. Sin embargo, el hecho es que los casos de vampirismo se extendían por Centroeuropa a vertiginosa velocidad; las apariciones en Moravia dieron cauce para un famoso texto titulado Magia Phostuma, escrito por Carlos Fernando Schert e impreso en Olmuetz en 1706.
Se efectuaron numerosas inhumaciones, exorcismos, decapitaciones, empalamientos, destrucciones de cadáveres sospechosos por el fuego y todo lo preciso para evitar que los no-muertos pudieran escapar de sus tumbas para provocar la peste y matar a víctimas inocentes. Un sargento, antes de expirar, hizo el siguiente relato espeluznante:"era noche cerrada y yo dormitaba en la garita de guardia. De repente, abrí los ojos y, de entre la niebla, vi aparecer a un hombre alto, delgado y horrible, su rostro pálido casi verdoso, la nariz ganchuda, los labios finos y rojos como los bordes de una herida. Sonreía de forma cruel mostrando unos dientes enormes, muy blancos y puntiagudos, los ojos rojos y brillantes relucían como el fuego en las negras cuencas, olía con un hedor repugnante. Cuando se acercó a mí, comprobé que sus manos como garras poseían largas y retorcidas uñas, en las palmas de sus manos brotaban pelos como cerdas. Comencé a sentirme inmovilizado y dejé caer el fusil; estaba sin fuerzas. Aún aterrorizado, pude preguntar:¿Quién es usted? . El espantoso desconocido me respondió:Mi nombre es Boris Jalavich y quiero tu sangre . Luego perdí el conocimiento".
Los médicos al estudiar y efectuar la autopsia al sargento Kostav, descubrieron que el cuerpo casi no tenía sangre y que, en su cuello, aparecieron dos orificios negros semejantes a las picadoras de una serpiente. Este informe y muchos parecidos llegaron hasta el emperador José I, emperador de Austria-Hungría, que ordenó intensificar las investigaciones oficiales.
Otro caso parecido ocurrió en el reino de Serbia, en concreto en el regimiento Real de Wurtemberg. Este relato consta en el informe presentado por el médico de cámara de su majestad la emperatriz María Teresa de Austria; el doctor Van Swieten narra lo sucedido en la guarnición de Gradizca. El sargento de guardia Wilhelm Müller, ante varios testigos, hizo la siguiente y estremecedora declaración: "Ira Lupkanssa, la vieja bruja cárpata, la que fabrica amuletos contra los no-muertos, nos lo había advertido: . Naturalmente no creí su adevertencia y decidí cumplir los servicios habituales. Al llegar la media noche y en medio del fragor de la tormenta que había estallado, me pareció escuchar el grito horrible del centinela de la garita próxima; alarmado y fusil en ristre, corrí hasta el puesto de vigilancia. Lo que ví me erizó el vello. Una sombra oscura se inclinaba sobre el soldado y le mordía la garganta, bebiendo su sangre. Le apunté y le conminé a entregarse. Aquel hombre se levantó y a la luz de los relámpagos, descubrí un ser tan espantoso que me puse a temblar. Era alto, delgado; su rostro de piel apergaminada y color blanco verdoso, producía pavor; sus labios eran finos y rojos como el borde de una herida y al abrir la boca, mostró unos colmillos o incisivos (este punto no está muy aclarado) afilados como cuchillas. Le di el alto y el montruo, cubierto con la sangre del soldado que la lluvia hacía resbalar hasta el suelo embarrado, clavó sus ojos rojos y brillantes en mí, mostró los puntiagudos dientes y avanzó. Ni en las peores batallas sentí mayor pánico. Pude dispararle, pero no se detuvo, avanzaba entre el agua, los relámpagos y los truenos. perdí las fuerzas, dejé caer el fusil y perdí el conocimiento".
Poco después, el sargento Müller moría de anemia, así como veinticuatro soldados más de la guarnición. En las gargantas de todos ellos aparecieron dos negruzcos orificios, semejantes a las picadiras de un ofidio. Esta investigación fue conducida por el conde de cabreras y dio origen a un curioso libro, escrito por Michel Ruff y titulado De Masticatione Mortuorum in Tumulis. Los textos sobre vampirismo se produjeron a miles en la época y todavía hoy sería un trabajo ímprovo el investigarlos a fondo.

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3 comentarios

Josep Fígols -

¿Puede indicarme, por favor, la fuente escrita de donde saca lo del sargento Wilhelm Müller,Ira Lupkanssa?
¿Y lo de Boris Jalavich?

babyspitfire -

base científica no sé si tienen, lo que sí sé es que algunas tienen base textual, es decir, los textos existen y han sido estudiados. El resto... supongo que un añadido a la leyenda. Gracias y un saludo a ti también nuncanada.

nuncanada -

Supongo que estas historias tienen muy poca credibilidad científica, pero como seguidor de los no-muertos que soy, ya puedes poner las que quieras que las disfruto un montón. Un saludo!