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El secreto de Lilith

monstruos reales

José M. Jarabo Pérez. Psicópata nacional

José M. Jarabo Pérez. Psicópata nacional La posguerra ha quedado atrás; el estraperlo, el gasógeno y las cartillas de racionamiento son sólo un recuerdo amargo. El fin de una oscura y dura época daba paso a otra bien distinta. En el Madrid de nuestro protagonista, triunfaba Conchita Piquer y los jóvenes se congregaban en las calles de la gran capital; las tertulias, Chicote o la granja Florida eran los lugares de moda. En la plaza de las Ventas debutaba Curro Romero y Jarabo frecuentaba la bolera "Boulevard", las calles de Alcalá y el Retiro y el bar "Chócala", del que se dispensaba cliente asiduo.
El tal Jarabo era un hombre agradable, elegante, tenía muchas amistades, era marcadamente varonil, vestía muy bien, de cuerpo atlético y practicante de judo. Poseía gran atractivo físico, especialmente para las féminas, y de trato cordial. Las mujeres se volvían locas por él y jugaba de vicio a los bolos.Jarabo era el rey de la noche e iba de chica en chica; a veces terminaba bastante borracho y en orgías privadas con hermosas doncellas dispuestas a todo. Alcohol, drogas y chicas eran la base de las orgías que Jarabo se corría en el Madrid de la época; "juergas cojonudas" era su definición.Por entonces estaba casado con lo que llamaba su "novia seria", una inglesa llamada Beryl.
La brutal orgía de sangre comenzó el 19 de julio de 1958, un sábado entre las nueve y las diez de la noche. Jarabo se dirigía a casa de Emilio Fernández Díez copropietario de una tienda de compraventa junto con Félix López Robledo. Antes ya había hablado con Félix sobre un asunto que le preocupaba: la recuperación de un anillo de diamantes perteneciente a una de sus mujeres; la inglesa Beryl. Pero ésta estaba casada y tenía que obrar con discrección. Acordó con su amigo Félix acudir a la tienda de su propiedad, aunque jamás fue esa su intención y en realidad se dirigió al piso de Emilio Fernández, donde una confiada criada de 26 años (Paulina) le abrió tranquilamente la puerta. A la chica le impresionó el aspecto de Jarabo: guapo, alto y de aspecto extraordinariamente viril. Lo malo para la dulce Paulina fue que su visitante era un psicópata despiadado, que se introdujo en la cocina y sujetó a la doncella por detrás clavándole en el pecho el cuchillo que minutos antes había empleado ella para pelar judías. La ancha hoja partió el pecho en dos. Arrastró el cuerpo hacia la habitación, depositándolo en la cama; al hacerlo comprobó que la chica aún respiraba débilmente y machacó su craneo con la plancha hasta que expiró el último aliento.No aún satisfecho con su acto y, tal vez para fingir agresión sexual, taladró su vagina con el cuchillo; la sangre inundó el lugar como si de un matadero se tratase.
Muerta Paulina, Jarabo se sirvió un whisky y esperó, tranquilamente sentado, a su próxima víctima.Poco después se abrió la puerta y por ella entró Emilio en dirección al cuarto de baño; no había visto a Jarabo sentado en el salón. otra vez por detrás, Jarabo se acercó a su víctima y con su atlética fuerza lo inmovilizó y le disparó en la sien. Una composición de pingajos sanguinolientos, masa encefálica y miniaturas óseas salpicaba la sala. El cuerpo inerte de Emilio quedó en decúbito prono, con la cabeza entre la taza del inodoro y el bidé. Jarabo retornó a su sitio en el salón y esta vez bebía anís; ahora estaba esperando los posibles 10.000 duros que traería a casa la mujer de Emilio.
Al poco tiempo irrumpió en la casa Amparo, de 30 años y embarazada de pocos meses. Vio, sorprendida, a Jarabo sentado en el salón y le preguntó quién era. Irónicamente el asesino le respondió que era un inspector de hacienda y que había detenido a su marido por tráfico de oro y divisas. Sin embargo Amparo, que desconfiaba, le preguntó por la criada. La respuesta de Jarabo fue que se la habían llevado detenida dos compañeros suyos; pero Amparo se dió cuenta que estaba hablando con la propia muerte y corrió como loca hacia el dormitorio. Jarabo salió tras ella y la detuvo arrojándola sobre la cama; ella suplicó, rogó y lloró por su vida. Pero la pistola fue colocada a veinte centrimetros de la sien y Jarabo apretó el gatillo.Amparo falleció en el acto, recostada sobre la cama y en un gran charco de sangre.
Tras esto, el asesino impresionado por su brutalidad, tapó con una toalla este último cuerpo y regresó al salón a terminar la botella de anís.Se apoderó de algunos objetos de valor, regresó a la cocina para desnudar el cuerpo de Paulina y colocarlo en posición oscena. Puso copas semivacías y botellas sobre la mesa; se pintó los labios con carmín y simuló marcas de boca en las copas. Su idea era fingir que la barbarie, producto de su mano asesina, había sido causa de una desenfrenada orgía de los dueños del inmueble. Finalmente se echó a dormir, agotado.
El lunes día veintiuno de julio, Jarabo se introduce en la tienda propiedad de Emilio y su socio (Félix) y espera a su siguiente víctima.Nada más entrar Félix en la tienda y mientras cierra la puerta, el asesino le dispara dos tiros en la nuca. La sangre cubre a Jarabo y éste cambia su traje por otro limpio. Saquea la tienda, pero no encuentra rastro de dinero ni del anillo de su amante. Antes de marcharse, Jarabo llama por teléfono a Ángeles Mayoral, la compañera de Félix. Su idea era eliminar a la única persona que podía incriminarle; pero la mujer no cogió el teléfono y eso la salvó.
Como siempre, el asesino llevó su traje manchado a la tintorería y las manchas alarmaron a los dueños que pronto llamaron a la policía. El criminal había cometido un tonto y definitivo error. Posterior a su detención se produjo un largo juício que fue seguido por España entera; la gente creía que jamás sería ejecutado puesto que pertenecía a una familia rica y con influyentes amistades. Sin embargo, sí que fue condenado a garrote vil. Al amanecer del cuatro de julio de 1959, Jarabo entró en la celda de la muerte: una habitación con suelo de cemento en la que se imponía la presencia vertical de la máquina mortuoria. Su muerte fue toda una agonía, pues debido a su corpachón atlético al verdugo le costó mucho acabar con la vida del psicópata. Después de una penosa lucha, Jarabo murió. Oculto dentro de un armario, alguién logró grabar en super ocho la espeluznate ejecución del reo.
¿Por qué? José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo y Pérez Morris, nació el 28 de abril de 1928 en Madrid. Fue un niño de familia bien que estudió en un colegio elitista y al que se le detectó una inteligencia de 1,7 superior a lo normal. Su madre le mimó en exceso y el muchacho siempre llevaba los bolsillos llenos de dinero. Sin embargo y a pesar de todo, tuvo una infancia traumática. El episodio más terrible de su adolescencia transcurrió cuando una célula anarquista tomó el chalet en el que vivían y estableció allí una checa. Aquello se transformó para él en la cámara de los horrores: su infancia y adolescencia transcurrió entre las torturas de los milicianos a sus prisioneros, que eran finalmente ejecutados con un tiro en la nuca. También fue testigo de horrendos crímenes de guerra y torturas macabras. Por otra parte su padre, sádico e irascible, maltrataba a su madre y martirizaba a los perros hasta matarlos. Con este modelo de familia, Jarabo busca un modelo viril en su tío: bebedor empedernido, mujeriego y jugador. La vida de Jarabo fue un calco de la de su tío; aunque éste finalmente se reconvirtió y hasta formó una iglesia protestante. Sin embargo su sobrino fue de mal en peor hasta alcanzar las mismísimas puertas del infierno. ¿Traumas infantiles? ¿Falta de modelo paterno y familiar? ¿Qué es lo que transformó a Jarabo en un auténtico asesino? Es algo que aún hoy inquieta a los psicólogos.
La historia de Jarabo fue llevada a la pequeña pantalla por Bardem en la serie "La huella del crimen" y protagonizada por Sancho Gracia, en 1984.
Para información más detallada sobre Jarabo ir a la siguiente dirección:

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